La escuadra de Arqueros y su evolución en la comparsa de Ballesteros
Por Tomás Baenas Sánchez
Han transcurrido ya 50 años. Casi desde el principio y por azar me incorporé a esta comparsa, a la que con mayor o menor intensidad, según épocas, he permanecido fiel. Creo que, como en otros muchos aspectos de la vida, algo se introduce sin notoriedad alguna y poco a poco va calando en cada persona, llenando un hueco en principio desconocido y finalmente imprescindible. Ahora, no sin nostalgia, queda el recuerdo de buenos tiempos, desde la juventud hasta la madurez y también de la amistad prolongada que la pertenencia a una entidad festera, suele deparar.
El nacimiento de la Comparsa de Ballesteros supuso la recuperación de un espacio perdido en el Bando Cristiano por quienes, en su mayor parte, eran componentes de la de Americanos que, pese a su fundación en 1927, fue finalmente suspendida al considerarla anacrónica en su acople en nuestras fiestas. El cambio les situó en el Banco Moro en 1960, paso breve de seis años sin pena ni gloria, pero con notable disminución de socios, hasta que una serie de favorables circunstancias (reaparición de los Bereberes y pase definitivo al Moro de Los Piratas) beneficiaron la vuelta de nuevo al Cristiano, pues lo que se pretendía, como así ha sido desde entonces, era equiparar el número de comparsas en ambos bandos.
El traje inicial de los Ballesteros tuvo al principio una relativa aceptación y empezó a aumentar el número de socios. Aún así, eran otros tiempos y cuando yo me incorporé a la Comparsa salimos, creo recordar, 62 efectivos en la Entrada y 58 en la Cabalgata. Hablo del año 1967.
Ya se había observado una contrariedad importante. La casaca de raso amarillo, combinada con una ornamentación de fieltro marrón, pese a llevar debajo una camisa blanca, desteñía con el sudor y daba un sombreado verde imposible de limpiar. Se pensó entonces sustituir la tela de raso por un eskay de parecido color en los nuevos trajes, como por ejemplo, el mío. La solución fue de mal a peor, ahora no desteñía, pero en el calor de Septiembre aquel género nos hacía sudar lo inimaginable.
Así empezaron los cambios de trajes. Recuerdo que yo, recién incorporado e inmediatamente captado para una directiva ávida de jóvenes promesas, se me ocurrió proponer antes de que el mal fuese mayor, el descartar camisa y casaca, sustituyendo ambas piezas por solo una (la que luego sería famosa “camisa amarilla”)
Se me dio confianza e hice un diseño, que la mujer de Salvador Ferrándiz, confeccionó.
Para aquel diseño encontramos un tejido de una tonalidad amarillenta preciosa, a la vez recio y suave que daba calidad al traje y lo hacía mucho más llevadero. Lo hizo a medida de su hijo menor Salvador y realmente nos gustó. Así que, manos a la obra, aunque reconozco mi parte de culpa. Por aquel entonces andaba yo bastante liado de trabajo, novia y otras aficiones, lo normal, así que me desentendí un poco del tema y cuando quise darme cuenta, ya era demasiado tarde.
Ocurrió y no censuro a nadie, que como siempre se creó una comisión para hacer el cambio, o sea, como ahora para celebrar el cincuentenario. Yo consideré que ya había aportado mi granito de arena en el asunto y no entré en la misma, la directiva de la que era secretario, pintor y no sé que mas, ya me daba suficiente trabajo altruista. De vez en cuando preguntaba y tenía respuestas: ¡sí, ya tenemos la tela! Molina el sastre tiene la prueba y se ha comprometido a tener las cincuenta primeras preparadas para las Fiestas y el precio acordado. Así que todo marchaba sobre ruedas, hasta que un día me dijeron que fuese a probármela y entonces, mi gozo en un pozo. La primera sorpresa la tela y el color amarillo ¿Dónde estaba el tejido de la prueba original? ¿Y el color? Trataron de explicarme que la prueba se había hecho en un resto de pieza y que habría sido muy costoso conseguirla igual, o sea, que se había optado por un tergal estándar, tejido que para mí no daba la imagen que se había pretendido. El segundo disgusto y enfrentamiento con el sastre. ¿Dónde estaba mi diseño? ¿Era lo que me presentaba como la prueba que le habíamos entregado? Aquella especie de camisola con banderitas no se parecía en nada al original. Para llorar. Yo estaba decidido a echarlo todo para atrás, pero no tuve apoyo alguno de mis compañeros de directiva y otros eminentes socios de la comparsa. Trataron de convencerme de que iba a quedar bien, original y bonita. Molina aceptó algunas leves sugerencias que le hice en lo que todavía se podía rectificar y así quedó la cosa.
Y vaya que tenían razón. El traje así conseguido resultó atrevido, alegre y más económico que antes, perfecto para una juventud más interesada en el disfrute que en el lucimiento. Apareció por vez primera en 1971 e impactó.
La comparsa creció y creció. Jóvenes promesas de futuros y prometedores festeros, pero en otras comparsas. La mayor parte duraban en los Ballesteros hasta que la edad y economía les permitían dar el siguiente paso. Otros, con mayor amor a la nuestra, tratamos de encontrar caminos diferentes que pudieran dar acomodo a los menos fogosos. Así surgió la iniciativa de las hachas.
Se trataba de conseguir un nuevo grupo en el que en principio solo se aceptarían socios comprometidos en el buen hacer en los desfiles. Se distinguirían por portar un arma diferente, se aprobó un hacha (nada representativa, por cierto, con el nombre de la comparsa) que impediría que otros entrasen por la puerta de atrás. Parecía suficiente y así ocurrió el primer año. Pero al no existir otro tipo de reglamentación, más y más socios se procuraron el arma en cuestión y en el segundo año el número de componentes en las hachas era similar al de las ballestas originales.
El éxito de las hachas nos situó otra vez en el principio. El compromiso del buen hacer quedó en el olvido y ambos bloques solo se diferenciaban por el arma: ballesta o hacha.
Sin embargo, los promotores del invento no nos desanimamos. Dimos un paso más e intentamos cambiar también la camisa. Particularmente reconozco que por aquel entonces y aunque el éxito había sido probado durante varios años, yo tenía una espinita clavada por el tema. La propuesta a la Directiva fue el compromiso por parte del grupo de hachas de presentar una nueva casaca que, respetando los colores de la comparsa, volvería a marcar diferencias que pondrían freno al acceso incontrolado al mismo, por el costo añadido.
Se me encomendó la realización de un nuevo diseño. En esta ocasión todo fue perfectamente, quedando una prenda original, muy adaptada al simbolismo de la comparsa y que, en conjunto, confería al traje mucha más vistosidad. Un par de escuadras de hachas la presentamos en las fiestas de 1977, con lo cual el bloque quedaba también partido, ya que el resto de componentes seguía usando la antigua camisa.
Acordamos con la Directiva un margen de tres años para sustituir la prenda en cuestión, con la posibilidad de que la nueva casaca ganase el pulso a la camisa amarilla, pasando a ser oficial para toda la comparsa, pero no se consiguió. Antes de finalizar el plazo y atendiendo a las quejas de un buen número de socios, se convocó una Junta General en la que se rechazó la modificación del traje oficial. La camisa amarilla había triunfado nuevamente, aunque tenía los días contados, ya que en 1985, con la presidencia de José Ferrándiz, se presentaría la nueva uniformidad que habría de sustituirla… pero eso ya es otra historia.
La idea inicial de las hachas se había disuelto. Solo conformaba un bloque de festeros tan importante como el de ballestas, distinguiéndose por el arma en cuestión. Algunos proyectos de interés, como fue el mantener un mínimo de 12 arcabuceros, quedaron pronto en el olvido al empezar a ser más restrictiva la reglamentación de arcabucería. Además, algunos ya empezamos a barajar otra opción… la creación de una escuadra especial.
Por aquel entonces en la comparsa de Ballesteros solo existía la escuadra especial de Cruzados, nombre inicial de su fundación, aunque en su participación también emplearon otras denominaciones, como “verdugos” y “paladines”. Por cantidad de socios, podían participar hasta tres escuadras especiales en la Comparsa de Ballesteros.
Pero la nueva escuadra no tenía ante sí un camino de rosas, libre de problemas. Podíamos haber optado por reunir un número de amigos suficiente e iniciar el proyecto, desentendiéndonos de los demás, pero moralmente no habría sido justo con las personas que desde el principio habíamos estado involucrados en la formación del grupo de hachas. Por lo tanto, una de las primeras decisiones fue convocar a reunión a todos los participantes en el mismo, informándoles de la decisión tomada de cambiar a escuadra especial. Todo el que lo desease podría adherirse a la misma y el resto ya pasaría a la uniformidad normal de la comparsa, dándose por extinguido dicho grupo.
Alrededor de una treintena de socios nos mostramos dispuestos a participar en la nueva idea, número excesivo para una escuadra al uso normal. Por lo tanto se imponía agudizar el ingenio e intentar aportar alguna notoriedad a la Fiesta, prescindiendo de lo que en general ha sido la nota predominante de las Especiales, o sea: diseño, lujo y fantasía. Nosotros inicialmente intentaríamos un acople al simbolismo de la comparsa, en un sistema parecido al seguido por la de Nuestra Señora de las Virtudes (Los Verdes) en la de Labradores.
Lo primero, encontrar un nombre. Alguien propuso el de “Arqueros” que rápidamente se aceptó, al considerar que guardaba una relación notable con el propio de la Comparsa. Los estatutos y normativas se confeccionaron a título privado, siguiendo no obstante un paralelismo con los de otras escuadras, a las que solicitamos información. Se constituyó una Directiva con los cargos de Presidente, Secretario y Tesorero, aunque serían prácticamente simbólicos, al entender que las decisiones se habrían de tomar por la mayoría de la Junta General de Componentes, a celebrarse todas las semanas.
Siendo nula la liquidez económica, eran puntos importantes el establecimiento de cuotas y posibles derramas a aceptar por los participantes para la confección del traje y otros gastos, con el reconocimiento de que la propiedad no sería personal, pasando a ser del conjunto de la Escuadra. Quedaba así abierta la puerta a otras opciones, aunque en principio y como ya antes he indicado, el propósito no era una escuadra al uso.
Con el debate previo y aportación de diversas ideas, hice el diseño del primer traje que, una vez realizado, resultó novedoso y dentro de las posibilidades que nos habíamos propuesto. Carente de elementos como casco, metales u otro tipo de ornamentaciones especiales, resultó no obstante agradable por su colorido y sencillez. Como arma portamos un arco y carcaj con flechas (todo imitación, claro) elementos estos que creo aparecieron por primera vez en las Fiestas. La treintena de componentes se incrementó también con la participación de varios socios infantiles, a quienes sus familiares se lo confeccionamos. En 1980 iniciamos esta andadura, sin saber bien como sería la continuidad, pero lo recordamos con agrado y satisfacción. La silueta de un águila que lucíamos en el pecho sirvió para que con ironía lo bautizásemos como “el traje del pollo”.
Aparte de la corrección en los desfiles, aquel primer año y siguiente tratamos de mejorar la participación en la Retreta, acto por aquel entonces bastante dejado en la Comparsa. Además y a propuesta de Pedro Espinosa, presidente de la Escuadra, establecimos el Premio a los Mejores, que anualmente, sería otorgado a persona, personas e incluso entidades o instituciones que se destacasen en su labor en pro de los Ballesteros. En la práctica, durante treinta y cinco años y con raras excepciones, ha sido individual.
Pese a la idea inicial, el primer traje solo salió dos años, aunque no por ello habíamos abandonado el proyecto. El segundo, para mí muy logrado en su representación de época, constaba de cuerpo y pantalón de malla, casaca y gorro de fieltro marrón con pasamanerías en dorado, pluma blanca y también botas y cinturón en marrón, con ribetes igualmente dorados. Como arma una lanza de alabardero, desestimando el arco para no ser repetitivos. Podía ser perfectamente la uniformidad de la guardia de cualquier palacio del Medievo. Para nosotros quedó en la historia como el “traje de paje”.
No se asuste el amable lector, no voy a detallar uno por uno los trajes que los Arqueros presentamos en nuestro recorrido por las Fiestas, pero me ha parecido importante la reseña de los dos primeros, ya que constituyeron una etapa aparte de lo que luego sería la continuidad de la Escuadra. Retomando la narración, quiero decir que en esta ocasión con el nuevo traje cumplimos el propósito inicial, dándole vistosidad a los desfiles en sus dos años de permanencia (1982 y 1983) en los que incluso formamos un grupo alegórico para las Cabalgatas.
Fue nuestro granito de arena para la incorporación de la mujer a la Fiesta. Quizá a mucha gente joven le resulte extraño, pero aun existiendo por aquel entonces una fuerte presión de mujeres y hombres a favor del derecho de aquellas a la igualdad, lo cierto es que la única opción a la salida en los desfiles de Moros y Cristianos de Villena, se limitaba a Ofrenda y Retreta, o la entrada por la puerta de atrás en grupos alegóricos, situación que todavía perduraría por unos años.
Desde aquí mi felicitación a aquellas pioneras, algunas de las cuales todavía desfilan en nuestra comparsa, ahora ya como socias en plenitud. Realmente, una buena parte de las que colaboraron con nosotros en el grupo alegórico, fueron después las primeras ballesteras que en 1989, dieron comienzo a la andadura de la mujer en nuestra Asociación.
Se podría pensar que tras estos éxitos que hacían válida la actuación de los Arqueros en modo diferente a otras escuadras, favoreciendo o adornando la actuación general de los Ballesteros, teníamos un camino a seguir ya sin problemas, pero no fue así. En los cuatro años transcurridos algunos, incluso de los fundadores, ya habían seguido por otros derroteros. El mantenimiento del traje por más de dos años no nos parecía aceptable y al carecer de rentabilidad, la confección de nuevos trajes se hacía financieramente insostenible.
Como se suele decir, renovarse o morir. Nos dimos una nueva oportunidad y en 1984 por fin rompiendo el círculo vicioso, conseguimos aparecer en la escena festera como otra escuadra más de las del Bando Cristiano. Sobre un diseño de Miguel Flor y con la aportación de nuestro trabajo personal en las partes ornamentales o aprovechamiento también de algunos elementos, como las mallas o el arco reformado, conseguimos realmente estar a la altura de otras ya reconocidas. Con gran satisfacción y orgullo pensábamos romper la Corredera, pero el tiempo no fue benevolente con la Entrada de aquel año y fuertes aguaceros deslucieron por completo el desfile. También algunos incidentes que tuvimos con las plumas, no bien sujetas al casco, ayudaron al desastre final. Por cierto, ya que lo he nombrado (el casco) y debido a su particular forma, aquel traje quedó reconocido en nuestra jerga como el de “bombero”.
Sin embargo ya disponíamos de un bien tangible que nos permitiría seguir adelante. Cedido a una empresa de la localidad dedicada a tales menesteres y también con algunos logros particulares, la presentación en varias localidades festeras nos reportó la financiación, al menos en parte, del que sería nuestro siguiente traje.
Un nuevo diseño de Miguel Flor, pero ya siguiendo nuestras indicaciones respecto a lo que queríamos en cuanto a línea y colorido, dio como resultado un traje impactante. Totalmente negro con pasamanerías y ornamentación en plata, resultó el traje cristiano perfecto. Original, sencillo y a la vez elegante, quizá no fue debidamente valorado por quienes realizaron la puntuación de escuadras en 1985, pero no quedaron dudas de su acierto cuando nos lo solicitaron en la mayor parte de las localidades festeras. Para nosotros fue esencial y nos permitió el respiro económico tan necesario. En la actualidad todavía conservamos uno de aquellos trajes vistiendo un maniquí, siendo el único que ahora poseemos los Arqueros, que así hemos querido homenajearlo.
Con mayor o menor acierto, pero siguiendo una línea similar, consolidamos nuestra participación en las Fiestas. Siendo una escuadra todavía numerosa de 14 componentes en fila aparte del cabo y normalmente un gastador a caballo, tratábamos dentro de lo posible el no adelantar puntas, desfilando hombro con hombro, hábito que fuimos adquiriendo con naturalidad, de manera que para el espectador ofrecíamos un espectáculo compacto, marcial… de calle llena sin fisuras. Vestíamos las escuadras por arriba con el empleo de estandartes o banderas, pese a la incomodidad que en ocasiones suponían, pero convencidos del resultado muy superior al de otras que se limitaban a portar un arma en la mano.
El acople de nuestro desfilar a la música era impresionante, nosotros sacábamos partido al pasodoble, que tanto ha cedido hoy día a la marcha cristiana. Nuestras arrancadas en conjunto de la fila, cabo y cabalgadura cuando la intensidad de la pieza tocada lo requería, eran espectaculares y así lo confirmaban el aplauso del público y la queja de la banda de música, que había de vérselas para seguir nuestro paso.
De aquella época, también fueron de notoriedad algunas retretas que promocionamos y que todavía recordamos con agrado. Por poner unos ejemplos, las denominadas “Caballeros de la Mano Enchufada”, “Autoescuela Sexual”, “Picapiedra” y otras más, en las que nos acompañaron y colaboraron muchas personas ajenas a nuestro Grupo.
Y así llegamos a 1993. Disponíamos ya de una situación favorable, casa en propiedad, ganas y deseos de continuar encumbrados en una cota imaginaria que nos habíamos forjado.
decirse que en ese momento quisimos dar un paso más. Hasta entonces nosotros mismo hacíamos los diseños de los trajes, que con mayor o menor fortuna poníamos en la calle. En todos, el patrón base fue muy parecido, diferenciándose unos de otros principalmente por el colorido, armas y ornamentación de cada uno. Eran además, las líneas generales que predominaban en los trajes de escuadras cristianas en Villena; pero para ese año, nos habíamos propuesto dar un nuevo paso hacia adelante.
En esta ocasión, un diseño de Juan Flor, innovador y su vez de línea muy cristiana tuvo su efecto. Su colorido con predominio del amarillo, negro y rojo fue algo nuevo en nuestras Fiestas; con aquel traje y el modo de desfilar que nos habíamos impuesto, no tuvimos rival entre las escuadras especiales del Bando Cristiano, consiguiendo el primer premio.
Sin embargo, por encima de este logro, creo (y es una opinión del todo personal) que conseguimos despertar también el interés de otros, por avanzar y superar el cierto estancamiento existente entonces, frente a la originalidad y fantasía del Bando Moro.
Y con igual empuje volvimos a destacar en 1994. Otro diseño del mismo autor en combinación de verde claro, con negro y oro, distanciándose del anterior, unido a la efectividad de nuestra puesta en escena, se impuso de nuevo; por segundo año consecutivo se nos reconoció con el primer premio.
Nosotros mismos habíamos subido un listón ya difícil de superar. No puedo decir que en principio renunciásemos a nada, pero las circunstancias empezaron a cambiar. Por cantidad de socios de la comparsa, no era posible salir todos los años; en parte esta situación nos permitía tiempo de descanso del continuo ajetreo que suponía la preparación de los trajes, pero en la práctica era contraproducente, al interrumpirse un flujo necesario para atender nuestros compromisos con escuadras de otras localidades. Todavía tuvimos oportunidades importantes, en las que conseguimos estar cerca, pero sin alcanzar ya nuevos galardones.
Luego, poco a poco y aunque en principio pudimos suplir con nuevas altas las bajas de algunos componentes, la debilidad económica empezó a ser palpable. Con el fin de regularizar la situación, aceptamos la oferta de una empresa del ramo que se haría cargo de trajes y deudas adquiridas, facilitándonos la salida en un par de ocasiones más, en las que estrenaríamos traje. En la actualidad es muy habitual que las escuadras entreguen sus diseños a estas firmas especializadas, las que se encargan de realizarlos, a cambio del primer alquiler y estreno en Villena. Teníamos previsto continuar en este sistema, una vez finalizado el compromiso con la entidad citada, pero la falta de un relevo generacional y el cansancio impuesto por la edad de la que ya disfrutamos la mayor parte de los Arqueros, han aplazado nuestra continuidad. Así en 2008 desfilamos por última vez como escuadra especial, haciéndolo desde entonces con el conjunto de la comparsa.
El nombre lo seguimos manteniendo ahora como peña de amigos, que nos reunimos en nuestra casa bien en los Días Grandes, bien durante todo el año, para mantener viva la historia de unos amantes de la Fiesta, que han tratado de aportar su granito de arena para engrandecerla, durante muchos años de ilusión y ganas. Nuestro reconocimiento a una comparsa, Los Ballesteros, de la que emanamos y siempre nos ha arropado; en ella, nuevas escuadras especiales, mantienen bien alto el pabellón de este capítulo tan esencial, del que nos debemos de sentir orgullosos.
Gracias a todos, ballesteras y ballesteros por vuestro amor a la Fiesta y felicidades en la celebración de nuestro 50 aniversario, medio siglo ocupando puesto de honor entre las catorce comparsas de la ciudad de Villena.